Los medios del Temple
Son de tres naturalezas: - El Oficio Religioso Templario - La rehabilitación - La conversión individual El Oficio Templario.-
No hay Orden del Temple sin Oficio Religioso Templario.
Es exactamente el Oficio Religioso Esenio tal como en su origen fue enseñado
por Melquisedek a Abraham. En el Oficio del pan y del vino, frutos de
la tierra (cuerpo y sangre de la tierra) ofrecidos a Dios en sacrificio.
Así era restablecido el culto Adámico, el culto de la primera
pareja sacerdotal: Adam - Eva, ofreciendo las primicias de la tierra al
Señor. La actitud que precede al abandono de este culto fue el
desencadenante de esto que se llama "la caída" y de donde
la necesidad de la procreación sexual física no fue de hecho
más que la consecuencia.
Cuando Jesús instituye la cena, él retoma el sacerdocio
de Melquisedek (pues Cristo es, en él, el Alpha y el Omega) para
magnificarlo por su propio sacrificio "tomad y bebed todos, esta
es mi sangre, vertida......" En el Golgota, en su pasión Jesús
el Cristo se ofrece él mismo a su Padre. Esto es lo que hace el
sacerdote católico célibe cuando él se identifica
al Cristo sufriente durante la Eucaristía. Es la transubstanciación,
la presencia real material. El Oficiante Templario consagrado celebra
el Cristo Glorioso consagrando y ofreciendo el pan y el vino "en
memoria del Salvador". Es la presencia real espiritual.
El Oficiante Templario y su esposa (que es su diacono) reconstituyen así
la pareja sacerdotal primitiva que debe ser la pareja sacerdotal.
Misa Eucarística y Oficio Templario, lejos de excluirse contradictoriamente
se complementan. Sacerdotes Templarios y Oficiantes cocelebran frecuentemente
en las Criptas Templarias como lo hacían en la edad media. Pues
paralelamente a los sacerdotes católicos, oficiaban en la época
los capellanes (capellanes templarios) llamados Priores.
En 1307 eran 107 bajo la dirección de su Obispo Monseñor
Jean de Touraine.
La Orden del Temple afirma:
Es en esta vía donde se encuentra la sóla solución
del dramático problema de las vocaciones sacerdotales en la Iglesia
Romana y no en el matrimónio de los sacerdotes, no en las trituraciones
y desfiguraciones escandalosas de la Liturgia, donde los fieles se pierden,
se angustian y dudan, no en fin en la ordenación de sacerdotisas.
La rehabilitación.-
La Orden la reclama no por orgullo, no por ella misma, no por reivindicar bienes o poderes, pero para que la Iglesia borre por su propia iniciativa, la mancha sangrante e impura que salpica su cara despúes de siete siglos y la condena, falta de arrepentimiento, así lo atestigua la revelación Marial de la Salette y de Fátima.
La maldición pronunciada por Jaques de Molay no ha sido levantada...
El sólo privilegio que reclama la Orden del Temple es este de remontar sobre la nave en perdición de la Iglesia de Cristo para reconducirla al puerto de la Grácia.
La Orden en su tiempo a declarado "reconocer filialmente y fraternalmente al Vicario de Cristo en su santa sede en la medida donde esto no contradiga la inmensa espera de la rehabilitación.
La conversión espititual.-
La Orden del Temple, no es una secta ni una relegión, es la religión por excelencia, Crística en el sentido Universal y Cósmica. A este titulo, ella religa el hombre a Dios, el cielo a la tierra, la autoridad espiritual a los poderes temporales.
Ella es testigo de Cristo, de nuestra Señora, del Espíritu Santo, mismamente si (en despecho o de hecho que) el hombre sea ateo, increyente, más solícito por sus instintos y sus idolos materiales o mentales que por el Dios único, total, supremo.
Para los templarios, Jesús - Cristo, María, el Epíritu Santo y el Cielo no son invenciones, extrapolaciones intelectuales, fantasmas poéticos, mitos infantiles, ficciones supersticiosas. Estas son al contrario realidades substanciales, tangibles, vivientes y vivas en el hombre y más allá de él, de manera indiscutible para quien sabe acceder, pues se trata de la vida auténtica y eterna de la cual no somos mas que los reflejos. En verdad los templarios han visto porque ellos han creido y no ha la inversa.
Es decir que entrar en la Orden es otra cosa que adherirse a una asociación por mas honorable que sea. La Orden del Temple no es ni una Orden de parada, ni un club, ni una asociación de buenas obras. Ella no propone ni esoterismo intelectual ni ocultismo de bazar, ni pretendidos poderes, ni baja magia, ni religiones individuales. Ella no da ni condecoraciones de pacotilla, ni pergaminos iluminados. Ella propone a los hombres y exige de ellos la puesta en questión permanente del viejo hombre, en el hilo derecho de las enseñanzas evangélicas, en la fe más viva y espera de ellos la conversión cotidiana intregral, por la vigilancia, la rectitud de los comportamientos del pensamiento, del Verbo; una disciplina de vida en la humildad y el rigor, pero en el amor y la alegría.
Ella les pide el don de sí, sacrificios, esfuerzo permanente de transmutación personal, para lo mejor del hombre a pesar de las caidas y en los levantamientos donde se cumple el Divino reencuentro. Pues no es en su sentido de revolución autentica y útil mas que la revolución interior por la que el hombre se convierte a Dios. Ninguna sociedad, ninguna economía, ninguna política puede encontrar su equilibrio si no están fundadas sobre estas premisas.
Los dramas actuales del mundo no hacen mas que ilustrar el vicio de los hombres. Ser templario, es un estado de espíritu; esto no es una profesión de fe verbal o intelectual, es una manera de ser que no va más que por los actos y las obras.
Dicho de otra manera del exterior no se puede conocer de la orden del temple más que la corteza y no la médula, la Orden del Temple no se cuenta: se vive dentro.