Los Siguientes textos tienen por objeto el resumir lo esencial sobre la Orden Soberana del Temple de Cristo, situándola en sus orígenes, su pasado, su actualidad, su porvenir, sus fines, tal y como se presenta a quienes vienen a ella, llaman a su puerta y solicitan ser admitidos en su seno.
Fundada el 12 de Junio de 1.118 en el Castillo de Arginy por Hugo de Payns y ocho compañeros, a iniciativa de Bernardo de Fontaine, llamado de Clairvaux (San Bernardo), se esclarece en Tierra Santa y en Europa la Milicia de los Pobres Caballeros del Christo y del Templo de Salomón, en los combates y en la paz civil de las encomiendas, para gloria de Dios.
Su divisa era y sigue siendo "Non nobis Domine, non nobis sed nomini tuo da gloriam" (No para nosotros Señor, no para nosotros, sino para gloria de tu nombre (1), resumido en "Nada para nosotros")
El 13 de Octubre de 1307 a las 5 de la mañana, el brazo secular de Rey de Francia, Felipe llamado "el hermoso", se abate sobre las Encomiendas de la Orden del Temple en Francia. La historia ha recogido siete años de un proceso monstruoso de confesiones sin fundamento, retractaciones, privaciones de sacramentos, suplicios, escándalos, falsificaciones, rapiñas y carnicerías, y por ultimo la dispersión.
El 3 de Abril de 1312, en el Concilio de Vienne, Bertrand de Got, Papa fabricado por Felipe El Hermoso bajo el nombre de Clemente V, producía en una Bula la disolución de la Orden "por provisión", pero no su condena (a falta de pruebas suficientes que hasta hoy día siguen sin aportarse) ni su excomunión; Sus bienes fueron entregados a los caballeros de la Orden de San Juan del Hospital, llamados mas tarde "de Malta". De todas formas, los preciosos "depósitos" de la Orden del Temple, habían sido ya colocados en lugar seguro para los tiempos que habían de venir del Resurgimiento.
De esta forma, la trágica iniquidad que sellaba la inversión de la Autoridad y del Poder, iba a tener, hasta nuestros días y más que nunca, incalculables consecuencias en la historia de los pueblos y de las naciones.
Por sorprendente que parezca, algunos dignatarios de la Orden sabían que iban a tener que sufrir su Pasión como el Divino Maestro. También por designio, antes de expirar en las llamas de su hoguera sobre la Isla de los Judíos, el 18 de Marzo de 1314 a las 17 horas, Jacques de Molay, vigésimo segundo Gran Maestre, emplazaba ante el Tribunal de Dios a sus verdugos: El Papa, el Rey y Nogaret, el Guardián de los Sellos. Los tres perecieron trágicamente antes de cumplirse un año. Marigny les seguiría poco después.
Buscar en lo absoluto los "eslabones" que faltan en su transmisión histórica desde 1.314 hasta nuestros días, sería extraviarse. La Orden medieval dispersada no tuvo en lo sucesivo ninguna manifestación orgánica como tal.
Quienes pretenden lo contrario mienten o se equivocan, si bien es cierto que su memoria y sus enseñanzas fecundaron, durante mucho tiempo y hasta nuestros días, bastantes corrientes de pensamiento y de acción.
Si la estructura aparente y física de la Orden fue destruida, jamás se rompió el hilo de su misión, a pesar de su ocultamiento.
Pertenece a la Orden - y solo a ella - levantar el velo del misterio que la rodeó y la rodea. La iniciativa de su aparición o de su desaparición, en cualquier época y bajo la forma que sea - a despecho de las apariencias históricas - no corresponde de ninguna de las maneras a los hombres, por ilustres que sean. Esta iniciativa constituye el patrimonio de la Providencia manifestándose explícitamente, al igual que la bajada del Espíritu Santo sobre los Apóstoles en el día de Pentecostés, el 12 de Junio del año 35 de nuestra era.
He aquí su famoso "secreto". La respuesta a los "misterios", aparte de toda alegoría, se encuentra verdaderamente en la Fuente, es decir, en el Cielo. Y el Cielo es, para los templarios, una realidad substancial, no una superstición, ni un fantasma de la imaginación, ni una especulación racional.
La "Palabra" no ha sido nunca realmente perdida por la Orden. En la oscuridad como en la luz, jamás a cesado de nutrirla a su modo.
Es decir, que a imagen de su maestro el Cristo, del cual es la Milicia, la Orden no tiene que "heredar" lo que es suyo por esencia, ya que lo posee en propiedad, completamente y por toda la eternidad.
Es preciso ser ciego, voluntariamente o no, para imaginar que el Espíritu, con su poder, se transmite como un recuerdo de familia. Quienes no fían mas que en un criterio material de lo que llaman "pruebas", lo hacen a falta de otra referencia. En verdad, hay otras señales.
La Aventura templaria en el medievo y el retorno de la Orden en nuestra época, no pueden ser comprendidos mas que volviéndoles a situar en su marco fundamental: la acción del Templo Eterno a través del tiempo y del espacio, para la asunción de la condición humana y la preparación del retorno del Cristo en Gloria según los designios de la Providencia.
Es decir, que la Orden ha existido en tiempos muy lejanos y antes incluso de que sus oficiantes celebrasen el culto de "aquel que debía venir".
En este sentido, Adam, después Noé, Abraham, Moisés y sus compañeros, fueron las primeras expresiones históricas sucesivas.
Un siglo antes del nacimiento de Jesús, la Orden de los Hijos de la Luz, los esenios, fue otra manifestación, preparatoria con Juán el Bautista (el Precursor) de la venida del Cristo. Después el Cenáculo de los Apóstoles. A comienzos del siglo VIII, la caballería de la Mesa Redonda, encarnando la Búsqueda del Grial, en la Bretaña celta, sería un resurgimiento, etc.
La originalidad profunda de la Orden del Temple, en sus diversas manifestaciones, es que, servidora de Dios y del Hombre Universal, no aparece en el mundo mas que por un tiempo determinado, en fechas claves y para una misión precisa, como a través de las "saeteras"por las cuales el Cielo actúa sobre la tierra, tal como el alquimista sobre el "compuesto".
Así, la Orden es una Sociedad Tradicional de Tránsito con fines limitados en el tiempo y en el espacio, según el espíritu de su divisa. A continuación la Orden desaparece, dejando a los hombres sus responsabilidades (el hombre no es más que una obra maestra en peligro), y los medios de defenderse, así como el recuerdo de una Aventura en apariencia incompleta e inexplicable. Después, cuando debe hacerlo, retorna para proseguir su Designio.
La Orden del Temple en siglo XX.-
En el mundo de hoy día proliferan numerosas organizaciones que se reclaman del Temple. Otras surgirán como setas venenosas después de la tormenta.
Pero es por los frutos por los que se conoce al árbol. Y las armónicas, con mayor razón las disonancias, no son la nota exacta.
La Orden es por "filiación" espiritual (y no verbal o intelectual) la Orden de la Caballería templaria en su alma y figura perdurables y en su forma histórica adaptada a las condiciones de los tiempos modernos.
Para ella no se trata de hacer revivir el pasado, sino afrontar la Búsqueda del futuro, comenzando aquí y ahora.
Desde el exterior no se puede aprender de ella mas que su corteza, no su médula.
Ella es ORDEN, ya que está estructurada y jerarquizada según las mismas Leyes del Cosmos, que son, número, peso, medida, colores y armonía.
Ella es SOBERANA, porque estando al servicio del TODO, no puede ni sabe someterse a las partes. No está infeudada a ningún organismo existente en el mundo. Su misión solo depende de la Providencia.
Ella es del TEMPLO, porque es fundamentalmente RELIGIOSA, ya que no sería ella misma y renegaría de su propia esencia si no reconociese incondicionalmente los lazos místicos que sostienen, religan y unifican a todo ser y a toda cosa sobre los planos del cuerpo, del alma y del espíritu, visibles e invisibles, sin los que ni el propio mundo existiría.
Ella es del CRISTO, PARA DIFERENCIARSE y desmarcarse de cualquier otra cosa, que pueda serle atribuida, que no sea la ORDEN DEL TEMPLE, la ORDEN DEL CRISTO.
¿Cómo es el Templario en el siglo XX?.-
Es templario por naturaleza, todo hombre de buena voluntad que manifiesta concretamente su fe crística, consciente o no, sobre los planos del cuerpo, del alma y del espíritu, sea en comunidad, sea solo pues el Temple es en principio un "estado de espíritu".
Templarios, revelados o no, se encuentran en todas las religiones, en todos los movimientos, los gobiernos, los medios, en todo el planeta. Ya que todos los Templarios "pasados, presentes y futuros" son "UNO con la Orden, en el tiempo y en el espacio", en este mundo y en los otros.
Se encuentran particularmente en ciertas órdenes religiosas o caballerescas, esperando el momento de revelarse si es preciso.
Hay algunos que se han adherido a la Orden, otros que vendrán a ella y otros aún que jamás lo harán pero que sirven útilmente a su designio, discreta o públicamente.
Condiciones de candidatura.-
Todo hombre, cualquiera que sea su origen nacional, profesional o social, su confesión o su creencia (comprendidos judíos y musulmanes), puede presentare como candidato, desde el momento en que reconozca la realidad crística y esté bautizado o acepte serlo. No se le pide, sin embargo, que apostate de su fe sino que al contrario, que profundice en ella.
La Orden no busca el número. No entrega, a cambio de dinero, ni títulos retumbantes, ni pergaminos iluminados, ni condecoraciones de pacotilla. El poder, el renombre, la fortuna personal, nunca son tomados en consideración cuando se trata de entrar en sus filas.
El reclutamiento es por co-optación.
Espera de sus miembros que den testimonio con su comportamiento. Les pide el don de sí mismos y sacrificios, particularmente el de contribuir -como lo hace toda célula para el cuerpo viviente al que pertenece- a su existencia material, santificando así los recursos extraídos de la existencia, al servicio de Dios.
Los hombres no pueden entrar en la Orden mas que a partir de los 30 años.
La Orden acepta a las mujeres a partir de los 20 años.
Los menores de dichas edades, los futuros Templarios, pertenecen a un seminario laico en el que los hombres entran a partir de los 20 años, así como algunas mujeres que pese a tener dicha edad se considera conveniente que por algún tiempo estén en el seminario.
Los niños y adolescentes, muchachos y muchachas, se agrupan en unidades de "exploradores", a partir de los 7 años.
Organización de la Orden.-
La Orden está constituida por Tierras, colocadas bajo la responsabilidad de Preceptores.
A la Orden propiamente dicha se asocian diversos organismos satélites.
Todo candidato debe ser apadrinado por un miembro de la Orden. La aceptación por un templario de esta verdadera responsabilidad, le hace tomar CONCIENCIA de su apadrinado y le compromete ante los hermanos y ante Dios, sobre los tres planos.
La Orden del Temple es iniciática. No promete "poderes supranormales" ni ofrece ocultismos de guardarropía. Propone la Senda de la Búsqueda, ardua, sembrada de trampas y de posibles caídas, pero, al precio del esfuerzo, llena de revelaciones y de descubrimientos luminosos. Abre la Aventura noble y extraordinaria del Divino Reencuentro.
La Orden está dirigida por el Gran Maestre asistido por varios cenáculos colegiales.
El Gran Maestre, representante de la Autoridad de la Orden, hace aplicar por las instancias de Poder, las políticas y orientaciones generales de la vida y actividad de la Orden.
Todo miembro de la Orden, cualquiera que sea su grado, su función, e incluso su dignidad, le debe respeto y obediencia.
En caso de desfallecimiento del Gran Maestre por la razón que sea, la Regla prevé su suplencia y su remplazamiento inmediatos.
Del encaminamiento de la Orden.-
Todo candidato aceptado es recibido como SIRVIENTE. Poco importa lo que haya sido o hecho, ahora o en otros tiempos. Para él, solo debe contar SERVIR. Por estos frutos el árbol es reconocido.
La Orden le pide que se conforme a sus reglas y criterios. Aunque no lo sepa, se le darán ocasiones para mostrar quien es.
Si el SIRVIENTE supera sus pruebas, es admitido al grado de ESCUDERO, lo que implica también un grado mas en el comportamiento. Entonces podrá, eventualmente, postular la investidura de CABALLERO que es un sacramento definitivo e irreversible.
Hasta entonces, estaba en la Orden. Desde entonces, será de la Orden, en la cual podrá ser llamado a diversas funciones y misiones y, ayudándole la gracia, a dignidades, y aún al sacerdocio templario si Dios lo quiere.
Las actividades en la Orden.-
Se pertenece a la Orden en calidad personal, no en otra, cualquiera que sea. Dentro de ella, dejan de tenerse en cuenta las etiquetas del mundo una vez franqueado el umbral.
La vida de la Orden está particularmente hecha por las aportaciones de sus miembros. Se entra para dar y no para recibir. Todo ello arroja un total de valor superior a la simple adición. Este total es igual a la Unidad.
En consecuencia, el Templario no espera nada para sí.
Su Contribución es doble sobre los tres planos del cuerpo, del alma y del espíritu:
Asumiendo la parte que le corresponde en los trabajos, ceremonias y cargas de la Orden bajo todas sus formas, en todos los lugares y momentos en que se le ordene.
Cualesquiera que hayan sido hasta entonces su experiencia de vida, sus opiniones, convicciones o práctica de una creencia o de una confesión filosófica o religiosa - incluso cuando no haya tenido ninguna -, solo cuentan:
Todo ello le conduce, por medio de la INVESTIDURA, a pronunciar los tres VOTOS de:
La Orden obliga, por lo tanto, a cada uno a:
Tal es en resumen la Regla básica para cada uno.
Todo Templario debe participar en el Oficio de su Encomienda o de su Provincia (en su defecto, al servicio religioso de su confesión) y acudir a cuantas convocatorias le sean hechas.
Las cuatro grandes festividades de la Orden son:
Contribución a la vida material de Orden.-
El Templario vive y actúa sabiendo que cada uno, aquí abajo, no es mas que el depositario de los bienes materiales y espirituales que le son confiados, es decir, heredados de las precedentes generaciones o que la Providencia nos da para que los conquistemos con el sudor de nuestra frente, no para nosotros mismos (NON NOBIS), sino para lo mejor del hombre, para la gloria de Dios.
Teniendo el cuerpo de la Orden sus cargas y necesidades, el Templario es llamado a contribuir en función de sus ingresos, de una manera creciente con su progresión en la Orden.
De todas formas, siempre es loable que un Templario, si puede y quiere, haga un esfuerzo suplementario.
Si para los hombres de nuestro tiempo - y por lo tanto para el Templario - esta contribución constituye - ¡y cuanto! - un sacrificio, el Templario realiza un acto de amor a medida de su toma de conciencia y del don de si mismo.
Los bienes de la Orden, como aquellos que pueden serle entregados por sus miembros, o incluso por cualquier persona física o jurídica externa, son completamente inalienables de la Comunidad, y a este título son administrados conforme a las estrictas Reglas de la tradición templaria.
El Oficio Religioso de la Orden del Temple.-
Viene el tiempo en el que la Orden va a abrir mas ampliamente las puertas de su oficio a todos los creyentes, a todos los (buscadores) sinceros, a todos los practicantes y no practicantes, perturbados por las convulsiones de un mundo que ha perdido su sentido y por Iglesias en las que se extingue la verdadera Luz.
El oficio debe estar abierto a todos cuantos lo pidan, con las condiciones que les serán indicadas.
La Orden del Temple y la Iglesia Romana.-
La Orden no es una religión. Es la Religión. Mas todavía que cristiana, es Crística.
Es decir , que si viene para "convertir" (en el sentido etimológico), se propone a si misma como un punto de convergencia, para reunir por encima de las barreras formales y teológicas. La Orden no olvida sin embargo que el Papa es el Vicario de Cristo, jefe de la Iglesia de Pedro a la cual reconoce la Orden. Recuerda que en el medievo no dependía mas que del Santo Padre con exclusión de toda otra dependencia.
Por ello, la Orden del temple consagra a Su Santidad filial piedad, fraternal deferencia y "obediencia en la medida que no contradiga la inmensa esperanza de un reconocimiento que borraría la inicua disolución pronunciada en 1.312" y que desde entonces enloda la cara de la Iglesia.
La presencia y el papel de las mujeres en la Orden.-
Como Milicia del Cristo, la Orden respeta las Leyes de la Creación tal y como Dios las ha restablecido, y en particular el principio de dualidad según el cual toda obra, para estar verdaderamente completa, necesita de la intervención conjunta del principio masculino y de la facultad femenina, es decir de las polaridades complementarias sin las cuales no existe algún equilibrio.
Como casi todas las órdenes religiosas, que siempre han contado con una orden paralela femenina, y aunque los historiadores pretendan lo contrario (o hayan leído mal los registros del Temple), había mujeres en la Orden medieval. Se las llamaba las "discretas" o las "donadas". Hoy se las denomina "amazonas blancas", aunque permanezcan discretas.
A imagen de María, tienen como tarea mas importante ayudar al pleno cumplimiento de la misión de su marido (cuando están casadas), o de la Orden (cuando no lo están). Esto exige de ellas mucha entrega, discreción, renuncia a todo comportamiento espectacular, y no las exime de eficacia y de responsabilidades. Pero a cambio, también poseen el jubilo. Tal es el fruto mismo del respeto que el hombre, entre nosotros, debe a su mujer, ya que la pareja es una obra alquímica.
En toda mujer revive María, que es la Tierra, la carne, la substancia universal, la Madre por quien todo se manifiesta, sin la cual nada es manifestado, quien nos enseña sus dogmas maternales. Así se comprende porque, cada mañana, los Templarios la invocan en estos términos:
"Demos gracias a la Virgen María, Nuestra Señora, ya que ella es el jefe de nuestra Orden, pues Nuestra Señora fue el comienzo de nuestra Orden, y en ella y en su honor ha sido el retorno de nuestra Orden, y será el fin de nuestras vidas y el fin de nuestra Orden, cuando quiera Dios que así sea". AMEN.